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Familia Internacional Marianista
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La cuaresma - Semana 2

Siempre es posible volver a desarrollar la capacidad de salir de sí hacia el otro. Sin ella no se reconoce a las demás criaturas en su propio valor, no interesa cuidar algo para los demás, no hay capacidad de ponerse límites para evitar el sufrimiento o el deterioro de lo que nos rodea. La actitud básica de autotrascenderse, rompiendo la conciencia aislada y la autorreferencialidad, 

es la raíz que hace posible todo cuidado de los demás y del medio ambiente, y que hace brotar la reacción moral de considerar el impacto que provoca cada acción y cada decisión personal fuera de uno mismo. Cuando somos capaces de superar el individualismo, realmente se puede desarrollar un estilo de vida alternativo y se vuelve posible un cambio importante en la sociedad." (Laudato Si' Nº 208)

uestra fe nos hace conscientes de ciertas verdades paradójicas: Al dar, recibimos; al perdonar, somos perdonados; al amar, llegamos a conocer un amor mayor... La cuaresma es un tiempo para centrarnos en la calidad de nuestra vida, en función de la llamada del Evangelio, y estas verdades proporcionan ejes para nuestra contemplación. 

Nuestra fe nos hace conscientes de ciertas verdades paradójicas:  Otra de estas verdades está en el centro de la cita de esta semana: Nuestras heridas interiores más profundas pueden curarse cuando podemos "salir de sí hacia el otro".   En otras palabras, nuestras heridas nunca se remedian con un egocentrismo más profundo, sino con el “otro-centrismo”. Es en el cuidado y la entrega, más allá de nuestro propio y estrecho ensimismamiento, donde somos redimidos. Así pues, reflexionemos sobre cómo nuestras actitudes y acciones repercuten en los demás y en nuestro entorno. Si vemos que dan y preservan la vida, se nos promete que la luz de esa vida se reflejará también en nosotros. 

Esta cuaresma, hagamos una elección diaria y consciente para mejorar la vida de otra persona con nuestras palabras o acciones. No esperemos a la pascua para compartir la gracia redentora que la resurrección ha prometido a los que creen. En su lugar, canalicemos la gracia salvadora de Cristo hoy, y todos los días. 

Si lo hacemos, no sólo nuestra cuaresma será fructífera, sino que también lo será toda nuestra vida.

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