"La amabilidad es una liberación de la crueldad que a veces penetra las relaciones humanas, de la ansiedad que no nos deja pensar en los demás, de la urgencia distraída que ignora que los otros también tienen derecho a ser felices. Hoy no suele haber ni tiempo ni energías disponibles para detenerse a tratar bien a los demás, a decir “permiso”, “perdón”, “gracias”.
Pero de vez en cuando aparece el milagro de una persona amable, que deja a un lado sus ansiedades y urgencias para prestar atención, para regalar una sonrisa, para decir una palabra que estimule, para posibilitar un espacio de escucha en medio de tanta indiferencia. Este esfuerzo, vivido cada día, es capaz de crear esa convivencia sana que vence las incomprensiones y previene los conflictos. El cultivo de la amabilidad no es un detalle menor ni una actitud superficial o burguesa. Puesto que supone valoración y respeto, cuando se hace cultura en una sociedad transfigura profundamente el estilo de vida, las relaciones sociales, el modo de debatir y de confrontar ideas. Facilita la búsqueda de consensos y abre caminos donde la exasperación destruye todos los puentes." (Fratelli Tutti Nº 224)
Un océano comienza con una sola gota de lluvia. Una cultura benévola comienza con un solo acto de bondad. Seguramente, la mayoría de nosotros tenemos momentos de amabilidad. Hemos aprendido nuestros modales y cómo tratar a los demás; y, salvo deslices ocasionales, generalmente ejercemos la amabilidad con los que conocemos y queremos. Pero, ¿qué pasa con los que no conocemos? ¿los que no "amamos"? En algunas culturas, existe una gran brecha entre los que están "dentro" de mi círculo de benevolencia, y los que simplemente pasan anónimamente, momentáneamente por el camino de mi vida. De hecho, en mi ciudad, si entro en la casa de una persona, no dejan de llenarme de amabilidad. Pero, en la calle, o en un coche, a menudo sólo soy alguien que estorba, o un competidor por un lugar en la fila del atasco de tráfico. No soy una persona con la que relacionarse, sino una amenaza que hay que vencer. ¿Es contrario a la ley ser amable con un desconocido?
O, ¿es la amabilidad "imprudente" la única forma de transformar una sociedad, calmar la hostilidad y reforzar la interdependencia benévola? Las encíclicas del Papa Francisco, (Fratelli Tutti y Laudato Si’, tratan básicamente de encontrar, reconocer y contribuir a nuestra interdependencia: entre nosotros; con la Tierra, con nuestra casa común; con todos los pueblos, naciones y culturas; y con Dios. Es mucho en lo que pensar, y puede ser intimidante, incluso para considerarlo. No te preocupes por cómo va a ocurrir todo esto. Más bien, por qué no ayudar simplemente a que empiece: haz algo amable por alguien nuevo hoy... ¡y cada día!
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